La presión asistencial que soportan actualmente las unidades de cuidados intensivos, aunque es desigual y se centra en los hospitales de A Coruña y Vigo, está bastante por debajo de la media de las comunidades españolas.

Los datos sobre la disponibilidad de camas y, por tanto, la capacidad de que aguanten de manera razonable para atender los casos de coronavirus y el resto de las patologías más graves, también se prestan al equívoco. Antes del inicio de la crisis, la comunidad tenía en el sistema público 166 plazas de uci, con una de los ratios por habitante más bajas de España. Ahora bien, la relativa anticipación de la Xunta le permitió ampliar la capacidad hasta las 274, a las que habría que sumar las 79 con las que cuentan los hospitales privados.

En estos momentos, con 158 ingresados, si no se tuviese en cuenta el resto de necesidades del sistema, bastarían las ucis que había antes de la llegada del coronavirus. En cualquier caso, como adelantó el conselleiro de Sanidade, existe un proyecto para ampliar la dotación hasta las 600, con la adaptación de quirófanos y otras medidas adicionales.

En todos estos planes, como en la habilitación de hospitales de campaña, juegan un papel primordial la llegada de nuevos recursos materiales. Ahí entrarían en juego los 150 respiradores comprados por Abanca, las decenas que la Xunta tiene comprados y a punto de salir de fábrica y los 1.450 donados por Amancio Ortega para el conjunto del sistema, aparte de lo que aporte el Gobierno.